Aún si besa tiernamente la mejilla
- aunque queme-
no ahuyenta al olor que carcome el alma y pesa,se desliza, extiende y se tensa.
El hedor desesperado repta, suspira y se calla
con el mismo silencio de pies pequeños, descalzos y sucios,
de perros hambrientos, flacos y dolientes;
como el de viejos
como el de viejos
o miradas fugaces a un cielo inabarcable,
como nada,
como manos que tiemblan,como gritos silenciosos
o puertas cerradas.
Como de ojos cerrados que escurren manchando.
No basta una lágrima
para olvidar la tímida fetidez de los asilos,
hospitales,
vagabundos,
ancianos,
vagabundos,
ancianos,
de la cárcel.
Y huyen desesperados del olor que se absorbe y sofoca
se retiene y transpira,
se advierte tan humano
y tan muerto
que da escalofríos.Y nos perfumamos para que nadie note la tristeza
y buscamos algo en los basureros.
No basta una madre,
un padre
o un hijo.
No basta la vida para abrazar al cielo