7.26.2007

Nunca es suficiente

No basta una lágrima para abarcar el vacío.

Aún si besa tiernamente la mejilla
- aunque queme-
no ahuyenta al olor que carcome el alma y pesa,
se desliza, extiende y se tensa.

El hedor desesperado repta, suspira y se calla
con el mismo silencio de pies pequeños, descalzos y sucios,
de perros hambrientos, flacos y dolientes;
como el de viejos
o miradas fugaces a un cielo inabarcable,
como nada,
como manos que tiemblan,
como gritos silenciosos
o puertas cerradas.
Como de ojos cerrados que escurren
manchando.

No basta una lágrima
para olvidar la tímida fetidez de los asilos,
hospitales,
vagabundos,
ancianos,
de la cárcel.

Y huyen desesperados del olor que se absorbe y sofoca
se retiene y transpira,
se advierte tan humano
y tan muerto
que da escalofríos.

Y nos perfumamos para que nadie note la tristeza
y buscamos algo en los basureros.


No basta una madre,
un padre
o un hijo.

No basta la vida para abrazar al cielo

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