2.01.2007

Profeta multicolor


“Espera lo inesperado”

Hoy un payaso del semáforo y yo esperábamos juntos el alto en un camellón; yo para seguir con mi camino, él para seguir con su trabajo.
En eso, el extraño sujeto me interpela diciendo:
-Amiga: Dios te ama… y yo también.
Si un idiota en bicicleta, o un albañil, o un tipo de traje, o un sujeto de la escuela, o cualquier otra persona del mundo me hubiera dicho eso; seguramente me habría molestado, aunque sea un poco; pero no hay que perder de vista que quien me hablaba era un payaso.
Portaba colores de pies a cabeza. Tenía nariz roja de plástico y todo. Esa especie de payasos - los de semáforo- suelen llevar el pelo largo, negro y chino. Así se da esa especie, supongo. Los de circo lo llevan vede o rosa… En fin, volvamos al hecho:
Me quedé perpleja intentando verlo a los ojos, desgraciadamente su nariz roja me distrajo. No pude evitar sonreír. Era el piropo - pensé- más original que me habían dicho en el día.
Los sujetos que suelen ofenderme en la calle con sus piropos (entiédase idiotas en bicicleta, albañiles, viejos en traje, nacos en autos, un tipo en muletas…) no acostumbran ser originales. De hecho, todos dicen lo mismo. A la mayoría ni siquiera se les entiende. Se alcanza a distinguir únicamente un balbuceo con voz atrevida y a la vez ofensiva, algo como: “preciosa” o “grasosa” o “carnosa“ o “babosa”… lo mismo da.
El caso es que agradecí cortésmente la muestra de afecto del payaso. Después de todo ya habíamos esperado juntos el alto un par de ocasiones antes (eso creo, aunque bien podría haber sido otro payaso de semáforo).
El extraño ser se sintió entonces alentado a seguir la conversación y comenzó a hablarme de la palabra de Dios.
“¿Qué es esto?” pensé un tanto asustada “¿Un payaso misionero? ¿Le doy dinero?” Me es imposible repetir sus palabras porque no las recuerdo, ya que estaba ocupada preguntándome cosas como las que he mencionado. Lo que sí recuerdo bien es que me indagó si yo servía al Señor. Estuve a punto de decirle que no creo en ningún Dios, que no me importa la religión, etc., etc., pero pensé que eso rompería el encanto y que además el alto estaba próximo a llegar y ese tipo de revelaciones requieren algo más de tiempo que una luz verde. Además, en todo caso, yo tengo un hijo y hacerse cargo de una criaturita inocente del Señor puede considerarse, en mis términos, como servir a Dios. Podría explicarle esto en un par de luces verdes si era necesario. Por lo pronto me limité a decir con voz un tanto insegura:
-S-sí.
Y entonces remató el predicador:
-¿Y lo sirves con hechos o nomás de palabra?

Se esfumaron mis respuestas. No atiné a responder. Recordemos que no me encontraba ante un sacerdote ni un intelectual en un café, ni siquiera un familiar entrometido. Estaba frente a un tipo de ser humano pintado de colores que me miraba de forma preocupante.
“Chin, ya me condené” pensé, recordando alguna cosa que leí en algún lado escrita por alguna persona similar a la que tenía enfrente.
Entonces el profeta multicolor sentenció un par de citas de la Biblia (o tal vez serían de algún párroco o incluso podrían ser de un moderador de doble “A”). Desgraciadamente el rojo se puso y no alcanzó a convencerme. Yo continué mi camino de perdición y él se puso a trabajar, lanzando unas bolas que parecían tocar el cielo, donde seguramente los ángeles y ese tipo setres se alegrarían de verlas subir y bajar. Él posiblemente ya no pesnaría en esto, ya que tenía que concentrarse, medir el tiempo, ganar dinero. De algo tienen que vivir los obreros de la Fe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó tu encuentro. Soy tamara y estoy entrometiendome en tus platicas de fe con un payaso... son de los encuentros que deseas que te pasen para salir de la rutina