2.01.2007

El Humo Azul



El que ahora miras bailar y moverse entre el humo azul del escenario, es el hombre que recogerá tus suspiros desesperados.
El hombre sin nombre, sin color,
que regala rosas de madrugada y desaparece al amanecer.
El hombre con piel lisa adornada con dragones que recuerdan los cuentos que el abuelo contaba a los cinco años.
El hombre con dibujos de fantasía en el cuerpo.
El hombre de fantasía que no pertenece a tu mundo.
El hombre sombra que besa los brazos,

su sonrisa dice todo sin necesidad de decir nada.
Él brilla en el escenario bailando de noche.
que toma tu mano con una mano grande y firme
y te bautiza en su sudor para que empieces a existir desde ahora.
El otro, él (y ninguno).
El que es como todos y como nadie.
El hombre de sombra y de noche que besa tus labios.
que esconde su mirada porque no tiene.
El que baila, repta entre tus piernas, se mueve, se detiene y sigue bailando, porque no pierde el tiempo pensando, prefiere cerrar los ojos y olvidarse, y reflejarse en los tuyos y tomar esa imagen y besarla y devolvértela sin lágrimas, sin prisa, sin tiempo.
Y vuelve a bailar y a detenerse, y entonces duerme,
y el ritmo de su respiración invita a un nuevo baile interminable y mortal.
Es como el mar que ondea, enorme, en perpetuo movimiento. Que respira y arrulla y luego obliga a temerle. Como el mar que te envuelve, te asfixia y te da vida. Ondulante, fuerte, magnífico. Aunque es un mar que se evapora y que no existe, que se parece más al cielo porque flota.
Él sólo es una nube, pertenece a un sueño de ojos abiertos.
Él fuma cigarros sin olor que producen un humo azul que provoca que las sombras queden tatuadas en el cuarto.
Con un abrazo fuerte y un beso suave, te sumerge en el sueño doloroso de su breve existencia.

Pues sí, todos podemos ser cursis. Tenemos derecho ¿no? Desde que Sibo dijo que la cursilería no es pecado la he practicado sin temor a Dios.



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